Informática geek, matemáticas, pensamiento crítico y alguna otra cosa de vez en cuando.

2010-01-23

Génera y sexa

¿A ustedes no les asombra
que diciendo rico y rica,
majo y maja, chico y chica,
no digamos hombre y hombra?
Y la frase tan oída
del marido y la mujer,
¿por qué no tiene que ser
el marido y la marida?
[...]
El sexo a hablar nos obliga
a cada cual como digo:
si es hombre, me voy contigo;
si es mujer, me voy contiga.
Melitón González (Pablo Perellada), El idioma castellano (fragmento)

Ya hace mucho que, en el esfuerzo por compensar el machismo tradicional en nuestra sociedad, ciertos grupos están intentando imponer el hembrismo como doctrina. Y no digo feminismo, porque feminismo es otra cosa. El objetivo parece ser la venganza a través del cambio de papeles, así que se trata de sustituir una dominación por la contraria.

En ese empeño de sobrecompensarla hasta el punto de llevarla al polo opuesto, uno de los más equivocados objetivos es la hembrización del lenguaje. Típicamente, se confunde género con sexo y las palabras de género masculino se fuerzan de forma artificial a una versión femenina inexistente. No digo que ello esté siempre mal; la lengua se rige por la tradición y la inexistencia de ciertas palabras puede deberse a la falta de uso previo, por lo que si surge la necesidad, es lógico que aparezcan.

Veamos unos ejemplos. El que maneja una bomba hidráulica para apagar incendios es un bombero; por tanto, si es ella, es bombera. Sí, puede sonarnos extraño, pero dudo que sea por otra razón que la falta de costumbre, pues es el mismo caso que con cajero y cajera, por decir uno. Otro ejemplo más sencillo: el que aboga es abogado y la que aboga, abogada. Aquí, además, contamos con un verbo cuyo participio ya pertenece a nuestro idioma, de modo que la palabra ya existía; por ejemplo, «la reforma abogada por los grupos...» vendría a significar «la reforma por la que los grupos abogan...». No es preciso agregar un vocablo inexistente para referirse a las que ejercen la abogacía.

El problema del hembrismo está en que arrambla con todo tipo de palabras, pese a los absurdos a los que conduce tal política (como con miembra*). Hasta tal punto llega el empeño, que también se han convertido al femenino palabras neutras. ¿Qué me dicen de jueza? Juez es una palabra de género común que no tiene siquiera una terminación clásicamente asociada al género masculino. ¿De quién fue la feliza* idea de apalear así a nuestro idioma? No me lo digan: de las hembristas.

Otro tanto ocurre con presidenta. Si el o la que preside es presidente, ¿a qué tanto empeño en amplificar las diferencias entre sexos, si lo que persigue el feminismo es la igualdad? ¿Está acaso calienta* la que tiene calores? Lo mismo con capitana, edila, concejala, tenienta, bedela... ¿Qué será lo próximo? ¿Caba*, alféreza*, albañila*? ¿Por qué no otros adjetivos menos agradables? ¿Qué tal incordianta*, atroza*, inútila*, gilipóllasa* o, ya puestos, gilicoños*?

No digo que al revés no haya ocurrido; así, hay casos como modisto, que viene de moda, siendo que ya contamos con la palabra neutra modista, que describe lo mismo. Pocos, muy pocos ejemplos similares se podrán encontrar. Puedo comprenderlo (aunque no compartirlo), pues la profesión de modista ha sido siempre asociada a la mujer y la palabra debió de surgir de que alguien, no necesariamente siquiera un varón (quizá incluso la esposa del interfecto), quería recalcar para evitar confusiones que el modista era de sexo masculino, muy machote él. Déjenme recalcar esto: me parece tan aberrante jueza o presidenta como modisto y tan correcto abogada o bombera como prostituto (y hablo únicamente de la corrección del lenguaje, no de las condiciones laborales).

En general, en cambio, al varón no le importa lo más mínimo que sea adjetivado con una palabra acabada en -a: no hay transportistos* ni ordenanzos* ni guíos* ni falta que hace, porque ni la terminación ni el género determinan el sexo. Nadie presiona por que se use idioto* en vez de idiota para los varones. Son, por tanto, las ganas de marcar las diferencias entre sexos por parte de las talibanas de la lengua las que nos llevan a aberraciones como estas. Es hora de detener esta sinrazón.

4 comments:

Julio said...

Bueno, al menos aún no han llegado al extremo de referirse a un equino hembra como «caballa»

pgimeno said...

Y hablando de caballas, suerte que en los peces el sexo es poco relevante, porque no me veo diciendo peza. Eso sí, cuando algún pez es muy grande lo podríamos llamar... bueno, mejor lo dejo.

Julio said...

Sí, dejémoslo, que si no alguien sacará algún con ejemplo con los pollos.

Lola said...

/me levanta la mano y sonríe, "¡seño, seño, esa me la sé!"